lunes, 29 de octubre de 2007

La carrera

Notaron como compite la gente por la calle?
Yo noto que cada vez estoy mas competitiva, gracias a la gente que veo día a día.
Desde que salgo de mi casa, estoy pensando en llegar rápido a llamar al ascensor para no tener que esperar a que vaya hasta planta baja para volver a subir, dado que salgo a una hora a la que la gran mayoría de la gente de edificio sale. Llego al subte, y acá es donde vivo el desafío más grande del día.
Ya sé donde pararme para que me toque lo mas cerca posible la 2 puerta del anteúltimo vagón, que es la que me va a dejar en la estación José Hernández mas cerca de la escalera mecánica, así soy la primera en subir y no tengo que lidiar con ninguno que quiera darle el uso que corresponde a una escalera mecánica, que es el de quedarse parado esperando a que suba. Pero no siempre es tan fácil la cosa, a veces noto ya desde la estación Olleros hay alguien que se aproxima a la puerta queriendo ocupar mi lugar de “primera en salir”, entonces si no estoy muy dormida y mi cerebro reacciona mas rápido, trato de aproximarme a la puerta antes de Olleros, para que una vez que la gente termina de subir, ponerme pegada a la puerta y que nadie me saque el lugar. Aunque a veces estoy muy dormida y no me doy cuenta, y a la primera de cambio 5 o 6 personas están taponando la salida, para que una vez que la puerta abre en mi destino caminen como pisando huevos impidiendo que yo pueda pasar y salir rápido.
Ahí es donde empujo cual recital de Maiden en el momento en el que apareció el Eddie gigante y yo estaba en la otra punta.
Y por que el apuro?
Porque sí.
Porque siento esa adrenalina por ser primera.
Porque quiero ganar el premio “escalera mecánica” del día.
A la vuelta, lo mismo. Me compro la tarjetita subtepass para no tener que hacer cola, y desde que bajo la escalera siento esa sensación de correr hasta el andén, como si fuera una carrera. No soporto que se me vaya el subte en las narices, porque si me pasa pienso en qué falle en mi carrera, o dónde perdí ese minuto que me llevó a perder el subte. Me subo en la última puerta del 2º vagón, porque esa es la que me deja en la puerta de la salida de la estación Carranza. Nunca falla. Se abre la puerta y tengo el camino directo hasta la escalera, de allí hacia el pasillo y de a poco ya respiro mas profundo, me relajo y doy por terminado mi desafío.
No se por qué.
Porque la gente me hizo así, supongo.
O porque cada día tengo la cabeza mas quemada...

jueves, 11 de octubre de 2007

La Elección Cotidiana

Hace unos días tuve un pensamiento que hizo trabajar a mi neurona mas que nunca. Me di cuenta que me está amargando esa indignación que siento todos los días por aquellas personas que hacen mal su trabajo. Pensaba en que cómo puede ser posible que teniendo la opción de hacer las cosas BIEN y hacer las cosas MAL, sabiendo que se ocupa la misma cantidad de tiempo y energía en la vida y que hasta a veces hacer las cosas MAL nos da más trabajo, sin embargo muchos eligen hacer las cosas mal. Eligen? SI, ELIGEN. Hay gente que hace mas de un año que está trabajando en la misma oficina, en el mismo box, con el mismo escritorio y la misma computadora, y las cosas se supone que ya las tienen que hacer mecánicamente… sin embargo, después de tanto tiempo de hacer lo mismo, y después de varias correcciones vergonzosas (vergüenza por parte mia) en las que tuve que llamarle la atención a gente que está en la empresa desde hace más tiempo que yo es el día de hoy que siguen cometiendo los mismos errores. Estresa infinito tener que hacer el laburo propio y además laburar corrigiendo errores ajenos.
Lo que pasa, es que muchas personas reconocen su deficiencia y aceptan que uno les marque los errores, con una luz de esperanza de que ese error no vuelva a cometerse. Y hay personas, que no soportan que les digan cuando están haciendo algo mal. Soberbia, le dicen.
En mi oficina, hay una persona que padece esta enfermedad, y cuando sus macanas comienzan a interferir con mi trabajo, me siento en la obligación de marcárselo. Y a cambio recibo las peores caras, comentarios por lo bajo y mala onda a borbotones. El otro día le marqué un error y se enculó como siempre, pero después la quise rematar con un “””chiste””” y le dije:

“Ahh te vas a encontrar con Castaña… ¿ahora te hiciste amiga de ella? jaja”
- “Yo no tengo que darle explicaciones a nadie sobre con quien me junto o no”

Aaaah bueeehhh. Tampoco era para que me contestara así… está bien que mi comentario fue una porrrrrquería, porque quería levantar la mala onda pero tampoco para que respondas asi!

Entonces, decidí que a partir de ese momento, iba a dejar de pretender “quedar bien con la gente” y que iba a hacer valer mi puesto, que lo tengo ganado porque siempre dí lo mejor de mi. Porque elegí hacer las cosas bien.
Basta de comentarios chistosos, de “hacerme amiga”, basta de querer quedar bien. De pretender que todos me quieran.
Por eso todos odian a los supervisores y TeamLeaders. Porque sobre ellos recae la responsabilidad de que se trabaje bien en el sector, y cuando ese trabajo no se cumple, el jefe levanta en peso al TeamLeader, no a los operadores. Tienen que entender esto, queridos lectores, que muchas veces los Supervisores no son garcas porque así es su personalidad, sino porque están obligados a ser así. Porque los mismos empleados inoperantes provocan que el supervisor tenga que ponerse firme para revertir esto. Yo no quiero de ninguna manera que me levanten en peso porque otros hacen mal su trabajo. Y encima, no es que lo hacen mal por algún inconveniente que les impide hacer las cosas bien, sino porque ELIGEN hacer las cosas mal.

Recuerden esto: para cada acción con la que nos topamos en la vida cotidiana, tenemos la elección de hacer lo mejor o lo peor. Está en nosotros elegir qué camino tomar. Pero tengan en cuenta, que muchas veces haciendo lo peor perjudicamos a gente que no se lo merece.